miércoles, 20 de agosto de 2008

ENTRENAMIENTO ULTRA TRAIL ANETO 2008

La Ultra Trail del Aneto es una carrera que da la vuelta al macizo de la Maladeta con salida y la meta en Benasaque. Comienza subiendo por el Valle de Benasque, hacia Ballibierna, Collado de Ballibierna, Llauset, Anglios, Puente de Salenques, Collado de Salenques, Barrancs, Aigualluts, ya de nuevo en el Valle de Benasque. Después de un paréntesis de algunos años se volvió a hacer en 2008 y la estuve siguiendo desde su presentación hasta la publicación de resultados. Por no ocasionar demasiados trastornos familiares ni me planteé inscribirme en esta ocasión.

Sin embargo, poco a poco fui fraguando una idea, una posibilidad, un reto... habría que estudiar muy bien el recorrido, las condiciones, el equipo, el tiempo disponible, la posibilidad de abandono... pero, estaba seguro, lo iba a intentar.
Agosto 2008
Aprox. 65km
Desnivel aprox. 3.700 acumulado positivo.

Preparación
Equipaje habitual de entrenes con dos camisetas.
Camel-bag
Bidón adicional
5 barritas y 2 bolsitas de gel
Botellines de Isostar en polvo
Frontal, forro polar, buff, gorra, gafas, mapa y brújula.
GPS

Recorrido previsto: Cerler-Senarta-Ballibierna-Col-Llauset-Anglios-Pte.Salenques...

El objetivo es salir a las 5:30 a.m., previendo una duración total entre 10 y 12 horas para regresar entre las 15:30 y las 17:30.

La noche anterior dejo preparado el equipo para levantarme al día siguiente media hora antes de la salir. Un desayuno ligero, crema en los pies en las zonas expuestas, GPS a punto, y en marcha. Salgo del apartamento a las 5:30. Noche cerrada, no hay nada de luz salvo las farolas del pueblo. La temperatura no es mala, unos 7º, por lo que apenas empiezo a andar me quito el polar y me lo ato a la cintura. Ya no lo volveré a usar en todo el recorrido.

De momento me limito a seguir la carretera que desciende desde Cerler. Necesito mantener la frontal encendida y apenas veo unos metros delante de mi además de los reflectores y señales de la carretera. Silencio total, solo mis pisadas y respiración formando un vaho delante de mis ojos. Al fondo del valle las luces de Benasque rompen la negrura del paisaje. El cielo debe estar bastante nublado, no se ve ninguna estrella. Mantengo un ritmo de trote suave aprovechándome del descenso.

Llego al fondo del valle en unos veinte minutos y comienzo a subir hacia el Puente de San Jaime para salir de la carretera y entrar en la pista que me conduzca hasta Senarta. La oscuridad es total y llego a tener alguna duda sobre la situación del desvio a la pista. Finalmente está donde debe estar, lo cojo y sigo por el camino descendiendo unos metros hasta un arroyo. Primera dificultad. El arroyo cruza el camino con un palmo de agua. Empaparme las zapatillas para el resto del día no me parece la mejor idea, pienso que debe haber alguna alternativa. Efectivamente, dando vueltas con la linterna alcanzo a ver con alguna dificultad una pasarela a unos metros de distancia. Subo por ella y me encuentro por fin al otro lado para proseguir. Ahora el camino asciende para superar la presa de Senarta, alcanzo su nivel y bordeo el embalse. El rio se ha alejado, vuelve el silencio y ahora atravieso una zona boscosa sobre el embalse. Pronto aparece el desvio a Vallibierna. En todo este tramo, que ya es ascendente, sigo manteniendo un trote muy suave y constante. Solo en alguna pequeña rampa bajo al paso para no desfondarme.

Inicio la subida a Vallibierna por el camino y sobre las copas de los árboles empieza a clarear el día. Se confirma que el cielo está totalmente cerrado y eso retrasa más el amanecer. El camino es muy bueno y troto con suavidad las cuestas. Me cruzo con el autobús que desciende del puente de Coronas, el olor del escape lo invade todo, ¿por qué no utilizarán caballos? Bueno, por fin desaparecen el humo y el ruido y de nuevo sigo concentrado en la ruta. El valle se va abriendo y a partir de cierta cota la pendiente disminuye y entro en una zona amplia ya próxima a la segunda etapa: el puente de Coronas. Después de un par de kilómetros en ligero ascenso encuentro por fin la cabaña de pescadores y el puente. Aquí me detengo a tomar un bocado, beber tranquilamente y prepararme para la siguiente etapa: el collado de Vallibierna.

Confirmo el camino con un excursionista madrugador como yo e inicio la marcha. El paisaje ha cambiado totalmente. Ya no hay camino, es una senda y a veces ni siquiera eso, repleta de piedras y cantos rodados. No hay forma de encontrar apoyos en condiciones y el trote se hace imposible, hay que concentrarse en pisar con firmeza. Ahora me doy cuenta de lo útiles que hubieran sido unos bastones. Las zapatillas empiezan a mostrar sus debilidades, les falta estabilidad, dureza y agarre en las suelas. Las marcas del GR11 van siendo más necesarias e intento no perderlas de vista aún cuando la senda sea evidente. La ruta sigue en las mismas condiciones, ascendente, complicada por las piedras sueltas y serpenteando por el fondo del valle. Físicamente me encuentro bien aunque el desnivel ya empieza a ser importante. Estoy alrededor de los 2000m, y la pendiente tiene tramos que empiezan a ser más duros. También empiezan a aparecer las primeras dudas sobre la ruta. Hay zonas donde se difumina la senda y cuesta encontrar los hitos que marcan la senda. Prefiero avanzar más lentamente e incluso detenerme antes que cometer algún error y tener que volver atrás.

Después de cruzar un par de arroyos y subir unos repechones me encuentro con los ibones de Vallibierna que hay que bordear, el primero por la izquierda y el segundo por la derecha. Es una zona bastante cerrada donde ya se ve el fondo del valle y el ambiente me resulta un poco opresivo. La senda bordea a bastante altura el primer ibón por una especie de balcón bastante expuesto Unos sarrios que estaban bebiendo salen asustados delante de mi. Es espectacular verlos correr por las rocas. Sigo ascendiendo y me encuentro con un pequeño nevero. Aquí pierdo las marcas del GR11 y el ascenso al collado es confuso. De los tres que veía en los mapas, ya puedo descartar fácilmente el de la izquierda, me quedan dos de la derecha donde dudo. Me detengo y reviso toda la zona a mi alrededor. Avanzo despacio y finalmente encuentro de nuevo los mojones y las marcas. Efectivamente, ascienden hacia el collado correcto y yo me estaba desviando demasiado a la derecha. Corrijo ligeramente la ruta y sigo ascendiendo. Pero el collado aparece delante de mi antes de lo esperado, realmente ya he subido mucho. Alcanzo los 2.728m y me detengo para disfrutar de las vistas. Me resguardo del viento que sopla desde Vallibierna. Las nubes comienzan a aclarar. Una barrita más para reponer fuerzas, una mirada atrás, al valle que voy a abandonar, y me concentro en el descenso.

Sé que tendré dificultades durante el descenso para no confundir el camino. Voy bajando por una zona de bloques que no permite avanzar con agilidad. Me siento renquear entre bloques grandes como camiones, buscando las marcas y pensando en la próxima bifurcación. Es una zona un poco cerrada, no hay una vista amplia que permita orientarse, solo se puede seguir descendiendo por la pedrera. Al cabo de un rato el valle empieza a abrirse y hay que buscar el lago Botornás. Aparece una senda hacia la derecha, y la ruta principal sigue con tendencia a la izquierda. No me gusta ninguna de las dos opciones y me detengo a revisar el mapa con la brújula. Efectivamente, se trata de una senda que vuelve a ascender a otros lagos, hay que pasarla de largo y descender hasta la próxima bifurcación donde aparece una indicación del parque natural y hay que desviarse a la derecha. Confirmado el camino prosigo con más tranquilidad y acelerando un poco el paso. El trote es posible en tramos porque la senda vuelve a ser más suave. Se aproxima una pequeña pleta, la del lago Botornás, que rodeo por la izquierda. Después del lago está la cabaña, ahora un refugio reformado, y un nuevo descenso ya por senda muy buena hacia la presa de Llauset. Aquí dos marmotas me sorprenden cuando saltan a correr delante de mí. Lástima de cámara, debí haberla traído.

Cruzo una pasarela sobre un torrente y comienzo a bordear el lago-embalse de Llauset. Todo el camino está siendo muy solitario, y desde Vallibierna no me he encontrado con nadie. La senda bordea el lago a cierta altura, en algunos puntos está algo expuesta con una pendiente muy fuerte hasta el agua, pero en general es muy segura. El terreno desde Botornas ha cambiado dejando de ser granítico. Ahora abunda la pizarra y los colores predominantes son rojos y ocres. El cielo vuelve a cubrirse y las nubes están bastante amenazadoras. Llego al fondo del estrecho valle donde hay obras de construcción de lo que me parece una carretera y un túnel. Hay un camión trasladando tierra y una excavadora moviéndola. Todo esto me resulta bastante chocante, no esperaba encontra algo así en medio de estos valles. Tomo un tramo del camino de las obras pero enseguida aparece unos escalones tallados en la roca a mi izquierda para ascender al siguiente collado: Anglios, de 2.432m. En el ascenso las nubes siguen cerrándose, aunque el paisaje en general está mejorando al dejar el fondo cerrado de Llauset. Hay algo de viento cuando me aproximo al collado pero sigue sin ser necesario el forro polar que llevo durante todo el camino atado a la cintura. Por fin, el collado de Anglios. Aquí me detengo en la vertiente de Anglios, mejor resguardada y con algún claro de sol que empieza a abrirse. Bebo del bidón, creo que ya he agotado la camel-bag, pero no me preocupa, sé que encontraré agua más abajo. Echo también una dosis de Isostar, me tomo una barrita, termino el primer tubo de gel y después de este festín encaro la siguiente bajada hacia el puente de Palenques, ahora ya seguro de que lo voy a alcanzar.

Desde el collado de Anglios hay una primera pendiente bastante fuerte hasta llegar a una pleta donde están los ibones de Anglios y el refugio. Todo este tramo es bastante cómodo y a pesar del cansancio acumulado lo supero con facilidad. La pleta termina en una especie de balcón que permite ver casi hasta la presa de Senent. Inicio una nueva fase de descenso que va haciéndose cada vez más empinado. La senda discurre entre pequeñas terradas herbosas, árboles dispersos por un terreno no muy rocoso. Pronto comenzará a cerrarse la vegetación convirtiéndose en un bosque, con el suelo bastante húmedo y pendientes muy fuertes. Tengo que disminuir el paso para descender con cierta seguridad, el próximo objetivo tarda en aparecer. Por fin la pendiente disminuye bruscamente, y a la izquierda, en un pequeño claro entre árboles, aparece el puente de Salenques. Son las 11 a.m., ¿qué hago? Tengo por delante el valle de Salenques, 8 kilómetros de pedrera en continuo ascenso hasta el collado más alto, a 2.807m, con posibilidad de mal tiempo por las nubes amenazadoras que veo aparecer. Terreno desconocido y solitario, tendría que contar con un mínimo de tres horas para superarlo, y luego me quedaría bajar Barrancs. Cruzar Aigualluts, la Besurta y seguir hasta Senarta no me preocupa, pero en total serían demasiadas horas, y no quisiera llegar más tarde de las cinco. Subo al puente y lo atravieso. Me giro y vuelvo atrás. ¿Qué hacer? El sonido del arroyo lo invade todo, es agradable y me acompañaría en el ascenso. Me detengo un momento en medio mirando la corriente. Miro el reloj: pasan ya quince minutos de las once. Tendría casi seis horas hasta las cinco de la tarde. En un último intento de seguir cruzo de nuevo el puente en dirección a Salenques y empiezo a avanzar por la senda. En pocos minutos salgo del bosque, aparecen claros, el arroyo se ha alejado, y la senda no es tan evidente. Hay que pararse a buscar los mojones de piedras, y esto es definitivo. No puedo plantearme el valle de Salenques buscando mojones, va a ser una lucha ya perdida contra el tiempo, está claro, doy media vuelta y respiro tranquilo con la decisión tomada.

Cruzo por última vez el puente, ahora ya hacia Anglios, y me interno por la senda que sube por la fuerte pendiente hacia los ibones de Anglios. La decisión es acertada, me encuentro más tranquilo por un terreno que ya es conocido. Empiezo a cruzarme con senderistas que cargados con tremendas mochilas avanzan hacia el refugio. Poco a poco voy ganando altura hasta llegar a la pleta de los ibones. Por exceso de confianza me confundo y tomo un desvío equivocado, cruzando un ibón por el lado opuesto, encaminándome a otro collado. Corrijo a tiempo y busco la senda que sube al collado de Anglios. De nuevo en la senda, y de nuevo asciendo hacia el collado. La subida se me hace más corta de lo esperado y una vez arriba observo las nubes que vuelven a cerrarse sobre Llauset. El viento vuelve a soplar desde allí con bastante frio y humedad. Me siento en un resguardo y bebo una buena cantidad de Isostar. Me como una nueva barrita y la segunda bolsita de gel. Tengo que mantener las fuerzas para lo que queda todavía. Continuo la marcha y aunque el tiempo ha empeorado bastante sigo sin necesitar el polar. Bajo la senda a la presa de Llauset con bastante rapidez, atravieso el fondo del valle pero ya noto la diferencia respecto al mismo recorrido unas horas antes. El cansancio ya es bastante acusado y todavía queda subir al collado de Vallibierna.

Primeros repechones hacia Botornás. La marcha es lenta pero voy ganando metros de altura. Al alcanzar el ibón me tomo un respiro. Incluso puedo trotar en tramos más suaves. Poco a poco voy dejando las zonas herbosas para internarme en la pedrera. De nuevo rocas como camiones que obstaculizan la vista y convierten la senda en un laberinto. El avance sigue siendo lento aunque la proximidad del collado da alientos. La pendiente aumenta y el collado se va adivinando pero, como siempre, aparece de repente. Por fin, ya estoy arriba. El tiempo se ha mantenido cubierto y se nota una ligera llovizna que ni siquiera moja. Una nueva barrita, agua y a rodar.

El descenso es rápido. Supero fácilmente las primeras bajadas del collado, y alcanzo los ibones de Vallibierna. Aquí el terreno me parece más complicado. Sin duda es el cansancio. A primera hora, cuando subía, no me parecía así. Sin embargo ahora voy dando algún traspiés que otro y debo hacer un esfuerzo adicional en concentrarme para evitar golpes y caídas. Por fin salgo del último recodo que rodea al segundo ibón y encaro la siguiente bajada al lado del torrente que desciende de los ibones. Cruzo el otro arroyo que baja de Llosás y dejo la zona rocosa para dejarme deslizar por las pendientes de hierba. En este tramo comienzo a sufrir el cansancio acumulado. También los pies están resentidos por unas zapatillas demasiado blandas. Las piedras se me clavan y debo esforzarme en escoger bien el lugar de las pisadas para evitar torceduras. Se hace largo este tramo porque tengo muchas ganas de llegar a la cabaña de pescadores. Por fin, ahí está. Casi no recuerdo la hora pero deben ser alrededor de las cuatro de la tarde. El autobús que sube desde Senarta está aparcado y a punto de salir. Paso por delante con sensación de alivio. Esto ya está conseguido.

Así es. La bajada por Vallibierna, sin ser un paseo, es bastante cómoda. Solo las molestias en los pies, por lo demás estoy aguantando bastante bien. Me adelanta el autobús pero no importa. Estoy muy contento del resultado de la marcha. El resto de tramos pasarán bastante rápidamente: últimas rampas por el bosque de Vallibierna, cruce en Senarta, descenso por la presa, puente de San Jaime, cruce de Cerler y subida al puerto de Cerler. Será esta última subida la que me frene en seco y no puedo hacer otra cosa que arrastrarme. Pero la satisfacción de haberlo conseguido, y de haber tomado la decisión correcta en el puente de Salenques, es superior al sufrimiento, y finalmente, alrededor de las cinco y media de la tarde cierro el círculo completo.

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