domingo, 29 de septiembre de 2013

LLUVIA, NIEBLA Y VIENTO EN JAVALAMBRE



Durante el último fin de semana de septiembre hemos disfrutado de la ultra trail más aventurera de las que conozco: la XVIII CMA Javalambre Trangoworld. En mi quinta participación nos vamos a encontrar  con un nuevo recorrido y unas nuevas sensaciones porque, si bien el frio nos respetará bastante, nunca hasta ahora había soportado una combinación como ésta de lluvia, niebla y viento,  sobre todo, viento.


Tomás nos sorprende con tres variantes respecto de las anteriores ediciones: la Nevera de Castro en lugar del barranco de Horcajo, Santa Bárbara en lugar del Alto de las Palomas y Javalambre bis en lugar del barranco “de la muerte”. El resultado: más distancia, largos tramos de pista, más desnivel acumulado y un recorrido por las cumbres. Un total de 107km subiendo al Pico de la Nevera (856m),  Peña Blanca (971m), Cerro Gordo (938m), Espadán (1.099m), Rápita (1.106m), Santa Bárbara (1.404m), Muela de Sarrión (1.453m), Javalambre bis (1.985m) y Javalambre (2.020m), saliendo desde Alfondeguilla (250m) y pasando por las términos de Eslida, Chovar, Aín, Almedijar, Alcudia de Veo, Algimia, Villamalur, Matet, Pavias, Higueras, Montan, Pina de Montalgrao, Barracas, Fuen del Cepo, Manzanera, Albentosa, Sarrión y Camarena.

Con esta relación de poblaciones podría parecer una ruta muy concurrida, pero nada más lejos de la realidad. Al principio, son las intrincadas sendas de la Sierra de Espadán las que limitan las visitas de los excursionistas, pero luego el paisaje se va desolando cuando dejamos Pina y nos vamos internando por los llanos hacia Fuen del Cepo, ya en Teruel. El horizonte está cada vez más lejos y la mole de Javalambre con su cima cubierta de nubes empieza a apoderarse del paisaje. Con las últimas luces del día mientras cruzamos el barranco de Albentosa, la soledad, más que una sensación, es una realidad.

El recorrido hasta Matet es un verdadero rompepiernas por las constantes subidas y bajadas de la Sierra de Espadán. A partir de allí los desniveles se suavizan pero, en cambio, nos enfrentamos a unos tramos de pista con pendientes muy sostenidas que nos llevan primero en descenso a Montán y de ahí, con una una prolongada subida de 10km, a Pina de Montalgrao. El perfil se suaviza con la excepción del barranco de Albentosa, desde donde alcanzamos la muela de Sarrión, que es donde comienza la parte más expuesta del recorrido, ya que, al cansancio acumulado después de 80km y quince horas de marcha, se unen las malas condiciones climatológicas: niebla, viento y lluvia.

Finalmente, la ascensión a Javalambre se hace partiendo desde la Fuente de la Zarzuela para subir inmediatamente al Javalambre bis y rodear los barrancos por un recorrido en forma de media luna sobre los cerros hasta la cumbre de Javalambre.

En la salida nos encontramos bastantes conocidos. Conmigo viene Ramón pero enseguida vemos a Antonio, a Jose Manuel con un buen grupo de amigos y a Jarrod. Por su parte, Ramón saluda al que será el vencedor, Jose Ramón, conocido suyo de otra carrera.

Se da la salida y, sin conseguir un ritmo muy ágil, sin embargo, voy superando los primeros desniveles de la Sierra de Espadán con tranquilidad. Subimos a la mina de cinabrio de Alfondeguilla para afrontar a continuación el pico de la Nevera, el collado del Lobo, Peñablanca, Cerro Gordo y alcanzar el primer control en el collado de Íbola. Sin encontrarme muy cómodo ni bastante fuerte, no me va del todo mal hasta aquí. Formando pareja con Juan consigo mantener un ritmo vivo, aunque algo por encima del adecuado para mí. Ramón se ha ido quedando atrás y alcanzamos a Jarrod y le superamos, y en la distancia vemos al cuarto del grupo de cabeza. 

Alcanzamos el pico Espadán y en la zona más fácil los pies se me traban ¡no sé con qué! y doy con mi cuerpo en el suelo. Sintiéndome un completo estúpido por esta caída sin sentido, me levanto totalmente impregnado de tierra y dolorido por todo el cuerpo y continúo más despacio. Una vez más se demuestra que no hay terrenos peligrosos sino corredores despistados. Enseguida empieza la bajada al collado de la Nevera de Algimia pero tengo que hacerla con cuidado mientras me recupero de la caída.

Después del collado afrontamos la subida al Rápita, larga y sostenida, para bajar a continuación a una pista asfaltada hasta el segundo avituallamiento, en las proximidades de Matet. Es un tramo bastante corredor pero sigo sin mantener un ritmo cómodo. La pierna izquierda no está recuperada de la tendinitis e intento no forzarla, pero el asfalto, aun en ligero descenso, resulta muy duro.

Dejamos Matet para encarar largos tramos de pista ascendente hacia Pavías, donde cogeremos otro tramo largo de asfalto hasta Higueras. Allí volvemos a las sendas pero por poco tiempo ya que pronto cogemos una nueva pista y alcanzamos la bifurcación donde se separa el recorrido del año anterior, con un prolongado descenso hasta Montán. En esa bifurcación es donde vemos al que va cuarto en la carrera. Los tres primeros son inalcanzables, pero él ha sufrido bastantes despistes y nos lo encontramos volviendo de un camino equivocado. Continuamos juntos Juan, Fran y yo, bajando hacia Montán, pero mi ritmo cada vez se resiente más. Sin embargo, el descenso nos permite hablar y respirar a la vez, y comentamos cada uno nuestras experiencias de carrera. Juan está en su cuarta edición y siempre con tiempos muy buenos, por debajo de las 20h. Fran en cambio está empezando, esta es su segunda ultra trail y quiere conseguir los puntos para la UTMB. Sin embargo, a ambos se les ve en muy buena forma y me viene justo mantener su ritmo.

Llegamos a Montán y la familia de Juan sigue facilitándole su apoyo como a lo largo de todo el recorrido hasta ahora. A partir de aquí tenemos un largo ascenso, primero por asfalto y luego por pista de tierra hasta el pico Santa Bárbara. Aquí se empieza a abrir una brecha importante entre ellos y yo. Acuso siempre el problema de la pierna izquierda y los rozamientos del pantalón empiezan a doler. Tampoco trato de recuperar espacio y prefiero mantener mi ritmo. Después de la subida “infinita” alcanzamos la cumbre del Santa Bárbara, ya juntos de nuevo, y encaramos la senda de bajada. Al principio el terreno es más complicado pero luego se va suavizando y atravesamos el bosque con mucha comodidad hasta la pista ya en las cercanías del pueblo donde llegamos a las 17h55’.

Aquí tenemos preparadas las bolsas con el cambio de ropa de invierno y el avituallamiento caliente. El pantalón corto me ha irritado con su roce la cara interior de las piernas y es un alivio cambiármelo por las mallas largas. También me cambio calcetines sustituyendo los largos por unos dobles. El resto del equipo será una camiseta térmica de manga larga, un polar a la cintura y el cortavientos y una sudadera de emergencia en la mochila. En los bolsillos del polar llevo un buff y unos guantes. Tenía previsto incluir en la mochila la manta térmica y una linterna adicional pero la mente está más pendiente del  consomé y del bocadillo y se me olvida completamente.

A las 18h30’ nos ponemos en marcha y salimos de Pina con un trote, en mi caso, lastimoso. Vuelve a abrirse brecha entre Juan, Fran y yo, pero no hago ningún esfuerzo por corregirla. Es más, prefiero mantener mi ritmo y seguir más relajado así que la distancia entre ellos y yo va aumentando hasta que en el cruce de la carretera de Barracas les pierdo de vista.

A partir de ese momento ya no veré a nadie más, excepto en los dos avituallamientos que quedan, hasta la meta en Javalambre. Por delante me esperan más de 9 horas de recorrido en solitario pero por terreno conocido.

Abordo los llanos de Barracas con algunos trotes pero el desgaste acumulado me impide llevar un ritmo sostenible y en el cruce con la Vía Verde bajo al paso definitivamente. Las molestias por las rozaduras son cada vez más dolorosas y los calcetines de la primera parte antes del cambio me han provocado una ampolla en la planta del pie izquierdo.

La sensación de soledad en estos campos se acentúa con el atardecer. Atravieso algunas casas en ruinas y al fondo aparece una aldea: Fuen del Cepo. Antes de llegar cojo un desvío y dejo atrás definitivamente el último contacto con una población.

Está anocheciendo cuando me aproximo al barranco de Albentosa. Empiezo el descenso, ya en completa oscuridad entre la maleza del barranco. Sin embargo es fácil seguir los carriles marcados por tantos descensos previos al mío. El GPS comienza a hacerse imprescindible para acertar el camino correcto entre este laberinto de sendas. Pronto alcanzo el rio y lo cruzo sin más. Incluso me viene bien el frescor del agua en los pies. La ascensión del barranco resulta algo tediosa por lo inesperada ya que no guardo memoria de todos los tramos del recorrido. Los bastones empiezan a molestar más de lo que ayudan ya que necesito una mano libre para sujetar el GPS y apenas puedo sujetar los dos bastones con la otra mano. Pero no hay remedio, los tramos fuera de pista son imposibles de seguir si no es con la ayuda del GPS.

Finalmente, después tres horas de etapa alcanzo el avituallamiento de Manzanera. Después de una corta charla con Rafa Pobo y reponer fuerzas apenas unos minutos continúo hacia la Muela de Sarrión. No hay apenas viento y la temperatura es buena.  Pero el cansancio impide mantener el calor interno y el recorrido ahora es siempre ascendente, hacia zonas más expuestas, por lo que me pongo el polar para evitar enfriarme.

Después de un tramo de senda muy cómodo vuelvo a la pista ya bastante cerca del desvío hacia la Muela. El GPS pierde la señal en alguna ocasión y tarda mucho en recuperarla. Si esto se repite puede ser un problema para seguir el recorrido porque no hay ninguna senda para subir a la Muela. Por fin acierto con apagar y encender de nuevo y recupero la señal GPS. Por suerte no he perdido la huella y pronto me dirijo campo a través para ascender la Muela.

La subida  no presenta ninguna dificultad más allá, de nuevo, de sujetar los bastones con una mano y el GPS con la otra. No por última vez, pienso que no debí cogerlos. Sin despegarme de la huella ni unos metros sigo ascendiendo hasta que, por fin, un reflejo me indica la posición del avituallamiento. Allí está Ramón Coronado con un el café y un montón de tostadas con miel capaces de resucitar no solo a un muerto, sino a mí mismo también. Charla de cinco minutos, ¿otra tostada?, ¡sí, por favor!, pero hay que seguir, han sido menos de dos horas hasta aquí pero aún quedan unos cuantos kilómetros. Me enfundo el cortavientos y me pongo los guantes porque el metal de los bastones me enfría las manos. Son las 23h25’ cuando abandono el control situado en la parte más alta de la Muela de Sarrión, y continúo por la pista que la recorre en suave descenso hacia el cruce de Cuatro Caminos, pasando por los restos del nido de ametralladoras, de aspecto siniestro en la oscuridad. Pequeñas trazas de niebla van apareciendo y dificultando la visibilidad por lo que, incluso en este tramo tan cómodo se hace necesario seguir el GPS.

Me resulta imposible mantener ningún trote por esta zona pese a que es de un perfil muy suave y podría aprovecharse, pero las piernas no están en condiciones y me conformo con mantener el paso.
Alcanzo el atajo que me llevará al cruce de Cuatro Caminos y, de nuevo campo a través, lo alcanzo definitivamente y afronto la penúltima etapa, la que me llevará al barranco de la Zarzuela, a los pies de Javalambre.

Es un terreno relativamente conocido por mí en otras aproximaciones en bici. Sin embargo el viento empieza a soplar fuerte y con él viene la lluvia, gotas dispersas al principio que apenas mojan arrastradas por el viento, pero que acaban formando un intenso chaparrón.  El camino sigue en ascenso, ya alrededor de los 1.600m de altura, y las nubes acaban envolviéndome y dificultando la visibilidad. De nuevo el GPS se demuestra imprescindible para poder seguir la ruta sin desviarse.

Tal como viene se va la lluvia y me da un respiro. Ya he asumido las constantes salidas del camino entre la niebla y su búsqueda con la ayuda del GPS, y no me preocupa porque basta con seguir la huella y acaba apareciendo de nuevo. De nuevo empieza a llover, cada vez con un viento más fuerte que me obliga a coger con fuerza el GPS. Empiezo a pensar si aguantará con el agua, si no se estropeará. Entonces recuerdo lo que he dejado olvidado en el control de Pina: la linterna de emergencia y la manta térmica. Mejor no pensar en ello.

Llueve en horizontal. Es incluso mejor, ya que basta con que me gire para poder resguardar el GPS y verlo con claridad sin que reciba toda la lluvia encima. Sin embargo el viento me hincha la capucha hasta el punto de casi arrancármela. Y los bastones… ya no sé dónde ponerlos…  con qué mano cogerlos…  creo que no debí traerlos. Tengo que sujetarme la capucha a la vez que agarro con fuerza el GPS y no dejar caer los bastones.

Avanzo a trompicones por entre los matorrales, ya no sé si dentro o fuera del camino porque la lluvia, la niebla y el viento me dificultan enormemente la visión. Por fin, de nuevo un reflejo. Es el abrevadero de la fuente de la Zarzuela. Y la última etapa ante mí.

Como era de esperar, el barranco me da un respiro. Dudo si es el momento de cambiar las pilas del GPS pero creo que pueden aguantar hasta arriba, así que encaro la ladera del Javalambre bis con las escasas fuerzas que me quedan.

El GPS en la mano izquierda y los bastones en la derecha. De vez en cuando me facilitan el apoyo, pero, no debería haberlos traído, y no será la última vez que lo piense.

De nuevo la lluvia. De nuevo el viento que arrastra girones de niebla. Y en estas condiciones el ascenso se vuelve más difícil. No hay camino sino las trazas de las huellas dejadas por el ganado entre los matorrales que van dando vueltas y revueltas entre las sabinas rastreras.

Casi al final del primer repecho, a mitad camino del Javalambre bis, el GPS protesta: batería baja. Aprovecho un resguardo de la lluvia y el viento y cambio las pilas. Ya en marcha de nuevo, noto, por la fuerza del viento, que voy acercándome a la cumbre.

Así es, ya estoy en la cresta cimera donde la exposición al viento es total, sin ninguna protección. La intensidad con la que sopla es tal que debo agacharme para evitar que me tire. Además, tengo que sujetarme constantemente la frontal en la cabeza para evitar que el viento me la arranque al hinchar la capucha. El avance en estas condiciones resulta penoso porque los bastones entorpecen más que nunca y debo utilizar ambas manos sujetando el GPS y la frontal contra la fuerza del viento. 

Paso por encima de la trinchera de la cumbre excavada en la roca, único refugio en caso de emergencia. A unos pasos veo el vértice geodésico, inmune al vendaval. Aprovecho el pequeño pedestal que lo sustenta para, protegido tras él, tomarme un respiro, comprobar el track en el GPS y determinar bien el recorrido a continuación. 

De alguna manera intento bajar de la cumbre cuanto antes pero el radio de visión es mínimo, apenas un metro delante de mí, lo justo para ver dónde poner los pies. El track resulta más difícil de seguir también porque, a causa del lento avance, se vuelve muy inestable. Pero no hay otra opción más que intentar avanzar sin perder de vista el track y ganar terreno metro a metro. Pienso en la frontal y en el GPS, y en mi dependencia de ellos para poder seguir avanzando. Si ahora no es la lluvia la que amenaza con estropearlos, lo que temo es que la fuerza del viento me los arranque y los pierda de vista. Un fallo en cualquiera de los dos me dejaría expuesto a las duras condiciones de esta zona sin poder avanzar, ya que no hay puntos de referencia visibles. Ni siquiera la gran antena de comunicaciones de Javalambre se puede vislumbrar a través de las nubes. Una vez más pienso en la manta térmica y en la linterna de emergencia olvidados.

Un recorrido entrenado quince días atrás en media hora se alarga al doble. En ocasiones creo que reconozco algún tramo pero la falta de visibilidad hace imposible orientarse. El terreno sigue siendo bastante complicado. Después de las fuertes pendientes alrededor del falso Javalambre, ahora avanzo a través de los carriles dejados por el ganado, por un laberinto de piedras revueltas y matorrales. Mi única ruta es la que marca el GPS, porque sobre el terreno es imposible encontrar nada que se parezca a una senda. Por fin, a apenas unos metros de distancia, una pared blanca. Es el corral a los pies de Javalambre, pienso, ya queda poco.  En efecto, en unos minutos subo el último repecho y alcanzo la cumbre de Javalambre. En completa oscuridad, imagino que los coches de control de carrera estarán en algún lado no muy lejos. Así es, de nuevo un reflejo me marca la situación de los coches y recorro los últimos metros de la ruta hasta el primer coche donde doy mi número de dorsal y, sin más ceremonias, acabo la carrera.

Han sido casi 21 horas. Este año la meta está en el pico y la bajada al refugio es opcional. Pero no me encuentro en condiciones de hacerla. La irritación en la cara interior de los muslos por el roce del pantalón me provoca dolores a cada paso. En el pie izquierdo tengo también una ampolla, soportable pero molesta. Además, el viento no cesa y estoy más que harto de sujetar la frontal, los bastones y el GPS. Conozco el descenso y en buenas condiciones son unos 40 minutos. En la situación actual, con viento y niebla fácilmente puede alargarse hasta más de una hora. Definitivamente, me quedo dentro del coche de control puesto que el objetivo está cumplido. Al cabo de una hora aproximadamente llegan los siguientes, dos portugueses, a quienes están esperando con un coche en el pico. Tienen una plaza libre, así que aprovecho para montar en su coche y bajar al refugio por fin, deseando meterme en la ducha y descansar.

Una vez más hay que tomar nota de la experiencia para próximas carreras. En general el equipo se ha comportado bien. Mochila, bidones, zapatillas, ropa, han sido buenas elecciones. Excepto el pantalón corto que, durante el primer tramo de carrera me ha provocado la irritación que ha durado hasta el final.

Los bastones han demostrado ser una molestia en los tramos nocturnos de la ruta por la necesidad de llevar constantemente el GPS en una mano. La solución es, para poder hacer uso de los mismos, adaptar el GPS mediante un soporte de bici a uno de ellos. Idea que Jose Ramón, ganador de la prueba, puso en práctica con éxito y me aconsejó. Otra posibilidad que ya había probado en anteriores carreras es la de llevarlo con una cinta en la muñeca, en una pequeña cartera transparente que además lo protegería de la lluvia. En cualquier caso, todo menos llevarlo constantemente en la mano.

El problema de la frontal hubiera quedado resuelto poniéndola por debajo de la capucha, no por encima, para evitar que el viento pudiera sacármela de la cabeza. Para más seguridad, el buff que llevaba en un bolsillo podía habérmelo puesto también por encima, asegurando mucho mejor la fijación de la frontal a la cabeza.

Finalmente, un fallo que, si bien no tuvo consecuencia ninguna, no por ello deja de ser imperdonable porque la seguridad en las carreras debe ser siempre la prioridad máxima, fue el olvido de la manta térmica y la linterna de emergencia. No se trata de llevar recambio de cualquier cosa, pero ambos elementos permiten afrontar con tranquilidad un posible fallo del GPS o de la frontal. Ante una climatología siempre difícil en el pico Javalambre, la manta térmica es imprescindible ante un problema que impida el avance y obligue a esperar ayuda.

Resumen de tiempos:

Salida de Alfondeguilla a las 7:00
Collado de Íbola: parcial anterior 3h, llegada a las 10:00
Matet?
Montán?
Pina de Montalgrao: parcial anterior 7h55’, llegada a las 17:55, salida a las 18:30
Manzanera: parcial anterior 3h, llegada a las 21:30, salida a las 21:33
Sarrión: parcial anterior 1h45’, llegada a las 23:18, salida a la 23:26
Llegada a meta en Javalambre a las 3:55 de la madrugada, parcial última etapa, 4h29’, tiempo total, 20h55’, en sexta posición de un total de 30 participantes.