El año pasado abandoné en el Gran Trail Aneto-Posets en el
km 65, a falta de la segunda vuelta por el macizo del Posets y habiendo
completado la primera alrededor del Aneto. El recorrido total era de 114km con
más de 6.000m de desnivel positivo acumulado. El terreno es en gran parte de
alta montaña, con ascensos a collados próximos a los 3.000m de altura en medio
de caos de rocas y presencia de neveros (acumulaciones de nieve que persisten en
verano).
¿Causas? Después de la experiencia puedo enumerar unas cuantas,
si bien me pregunto por qué no las preví antes. Falta de aclimatación a la
altura, mala dosificación del esfuerzo y entrenamientos no adecuados en las
semanas previas pueden ser algunas. También es mejorable la alimentación en
carrera y la elección del material. Todo esto son circunstancias que podemos
sufrir en general en las carreras de montaña. Pero, la causa última, y según
rememoro las sensaciones de aquellos momentos, fue la extenuación absoluta, el
agotamiento de las reservas y la imposibilidad de dar un paso más.
No es, sin embargo, ningún trauma tener que abandonar en una
carrera. Es una actividad de tiempo libre que no debe afectar negativamente en
los demás ámbitos de nuestra vida y, por tanto, los retos deben afrontarse con
prudencia. Desde luego, la retirada no es agradable, pero podemos reflexionar
sobre las causas que la producen y tomar decisiones para corregirlas. Forma parte de los retos la preparación
previa, la lucha por conseguirlos, el posible fracaso… para levantarse y volver
a intentarlo.
Y ahora estoy en ello. En apenas unos días volveré a Benasque
para tomar la salida de nuevo, con el equipo revisado y actualizado, creo que
con mejor preparación física, con unos entrenamientos previos más cuidados y
con una estrategia de carrera mejor definida.
Para empezar, el desplazamiento al lugar del evento supone
más de cinco horas de coche. Por muy tranquilos que tratemos de ir al volante,
conducir siempre supone un grado de tensión que, en mi caso, me implica la
sensación de piernas muertas. Los entrenamientos efectuados justo después de un
viaje me sirven de muestra. Solo al día siguiente puedo tener las piernas de
nuevo en su estado normal, y ello con ejercicios ligeros de rehabilitación. Por
este motivo, la primera medida correctora ha sido viajar el día anterior, en
lugar de unas horas antes como el año pasado.
Por otro lado, el desplazamiento también implica pasar del
nivel del mar a más de 1.000m de altura en la salida (Benasque), para ascender
durante el recorrido a las cotas máximas de los collados: Salenques a 2.809m,
Vallibierna a 2.732m o Forqueta a 2.864m. La altura tiene varios efectos
fisiológicos a los que el cuerpo debe adaptarse. El más claro es la menor
presión atmosférica, lo que implica una menor presión parcial de O2 y, por
tanto, una menor absorción del mismo en los alveolos pulmonares. El cuerpo
tiene formas de corregir esta deficiencia de O2, por ejemplo, aumentando la
ventilación pulmonar, el pulso cardiaco, o a más largo plazo, incrementando el
hematocrito, todo ello para conseguir mantener el nivel de transporte de O2 a
las células. Una primera adaptación puede obtenerse en 48 horas, si bien hasta
un mes no se podría considerar completa. Como no me es posible aclimatarme
durante un mes, si bien gano una noche al desplazarme el día anterior, la
medida más importante a adoptar es dosificar el esfuerzo de acuerdo a la altura
para evitar la taquicardia, hiperventilación y, finalmente, la extenuación del
año pasado.
![]() |
La estrategia de carrera es el tercer elemento que he tenido
en cuenta. El año pasado cometí el error de querer recuperar tres horas acumuladas
de retraso (debidas a motivos “externos”) en una etapa. El resultado ahora lo
veo obvio: desfallecimiento. El esfuerzo exigido para ello me supuso el
agotamiento de las reservas energéticas inmediatas y la incapacidad de
recuperarlas para continuar en carrera. Y lo peor es que solo te das cuenta
cuando ya es tarde para evitarlo. Una estrategia bien definida y realista
debería evitar estos errores. Para ello me he marcado objetivos parciales por
etapas para cumplir asegurando la dosificación del esfuerzo. Alterar estos
objetivos (por ejemplo, tratando de recuperar un retraso) supondría de nuevo
afrontar el riesgo del desfallecimiento y abandono.
Finalmente, he intentado seguir unos entrenamientos de forma
más cuidadosa. No quiero decir que me haya atenido a un plan estricto, me
resulta difícil tener tiempo para ello. Más bien he intentado aplicar premisas
básicas y un volumen suficiente para mejorar la condición física. En resumen:
variedad, volumen y recuperación. Con la variedad activamos diferentes respuestas
metabólicas del cuerpo a ritmos bajos, medios y fuertes. Con el volumen
aseguramos la resistencia de nuestra estructura esquelética y tendinosa a las
largas distancias y los esfuerzos prolongados. Y con la recuperación asimilamos
el trabajo realizado. En la medida en que podamos combinar correctamente estos
factores podremos obtener los mejores resultados.
Ahora el trabajo está hecho, no queda más que llegar “deslizándose”
hasta el día de la carrera, en las mejores condiciones y listo para dar el
máximo rendimiento. Para continuar después preparando la siguiente, y las demás
que vendrán. Al fin y al cabo, esto es casi un modo de vida.
1 comentario:
Con la planificación que llevas, seguro que este año si la acabas.Suerte campeón.
Publicar un comentario