Durante el último fin de semana de septiembre hemos
disfrutado de la ultra trail más aventurera de las que conozco: la XVIII CMA Javalambre
Trangoworld. En mi quinta participación nos vamos a encontrar con un nuevo recorrido y unas nuevas
sensaciones porque, si bien el frio nos respetará bastante, nunca hasta ahora
había soportado una combinación como ésta de lluvia, niebla y viento, sobre todo, viento.
Tomás nos sorprende con tres variantes respecto de las
anteriores ediciones: la Nevera de Castro en lugar del barranco de Horcajo,
Santa Bárbara en lugar del Alto de las Palomas y Javalambre bis en lugar del
barranco “de la muerte”. El resultado: más distancia, largos tramos de pista,
más desnivel acumulado y un recorrido por las cumbres. Un total de 107km subiendo
al Pico de la Nevera (856m), Peña Blanca
(971m), Cerro Gordo (938m), Espadán (1.099m), Rápita (1.106m), Santa Bárbara
(1.404m), Muela de Sarrión (1.453m), Javalambre bis (1.985m) y Javalambre (2.020m),
saliendo desde Alfondeguilla (250m) y pasando por las términos de Eslida,
Chovar, Aín, Almedijar, Alcudia de Veo, Algimia, Villamalur, Matet, Pavias,
Higueras, Montan, Pina de Montalgrao, Barracas, Fuen del Cepo, Manzanera,
Albentosa, Sarrión y Camarena.
Con esta relación de poblaciones podría parecer una ruta muy
concurrida, pero nada más lejos de la realidad. Al principio, son las
intrincadas sendas de la Sierra de Espadán las que limitan las visitas de los
excursionistas, pero luego el paisaje se va desolando cuando dejamos Pina y nos
vamos internando por los llanos hacia Fuen del Cepo, ya en Teruel. El horizonte
está cada vez más lejos y la mole de Javalambre con su cima cubierta de nubes
empieza a apoderarse del paisaje. Con las últimas luces del día mientras
cruzamos el barranco de Albentosa, la soledad, más que una sensación, es una
realidad.
El recorrido hasta Matet es un verdadero rompepiernas por
las constantes subidas y bajadas de la Sierra de Espadán. A partir de allí los
desniveles se suavizan pero, en cambio, nos enfrentamos a unos tramos de pista
con pendientes muy sostenidas que nos llevan primero en descenso a Montán y de
ahí, con una una prolongada subida de 10km, a Pina de Montalgrao. El perfil se
suaviza con la excepción del barranco de Albentosa, desde donde alcanzamos la
muela de Sarrión, que es donde comienza la parte más expuesta del recorrido, ya
que, al cansancio acumulado después de 80km y quince horas de marcha, se unen
las malas condiciones climatológicas: niebla, viento y lluvia.
Finalmente, la ascensión a Javalambre se hace partiendo
desde la Fuente de la Zarzuela para subir inmediatamente al Javalambre bis y
rodear los barrancos por un recorrido en forma de media luna sobre los cerros hasta
la cumbre de Javalambre.
En la salida nos encontramos bastantes conocidos. Conmigo viene
Ramón pero enseguida vemos a Antonio, a Jose Manuel con un buen grupo de amigos
y a Jarrod. Por su parte, Ramón saluda al que será el vencedor, Jose Ramón,
conocido suyo de otra carrera.
Se da la salida y, sin conseguir un ritmo muy ágil, sin
embargo, voy superando los primeros desniveles de la Sierra de Espadán con
tranquilidad. Subimos a la mina de cinabrio de Alfondeguilla para afrontar a continuación
el pico de la Nevera, el collado del Lobo, Peñablanca, Cerro Gordo y alcanzar
el primer control en el collado de Íbola. Sin encontrarme muy cómodo ni
bastante fuerte, no me va del todo mal hasta aquí. Formando pareja con Juan
consigo mantener un ritmo vivo, aunque algo por encima del adecuado para mí. Ramón
se ha ido quedando atrás y alcanzamos a Jarrod y le superamos, y en la
distancia vemos al cuarto del grupo de cabeza.
Alcanzamos el pico Espadán y en la zona más fácil los pies
se me traban ¡no sé con qué! y doy con mi cuerpo en el suelo. Sintiéndome un
completo estúpido por esta caída sin sentido, me levanto totalmente impregnado
de tierra y dolorido por todo el cuerpo y continúo más despacio. Una vez más se
demuestra que no hay terrenos peligrosos sino corredores despistados. Enseguida
empieza la bajada al collado de la Nevera de Algimia pero tengo que hacerla con
cuidado mientras me recupero de la caída.
Después del collado afrontamos la subida al Rápita, larga y
sostenida, para bajar a continuación a una pista asfaltada hasta el segundo
avituallamiento, en las proximidades de Matet. Es un tramo bastante corredor
pero sigo sin mantener un ritmo cómodo. La pierna izquierda no está recuperada
de la tendinitis e intento no forzarla, pero el asfalto, aun en ligero descenso,
resulta muy duro.
Dejamos Matet para encarar largos tramos de pista ascendente
hacia Pavías, donde cogeremos otro tramo largo de asfalto hasta Higueras. Allí
volvemos a las sendas pero por poco tiempo ya que pronto cogemos una nueva pista
y alcanzamos la bifurcación donde se separa el recorrido del año anterior, con
un prolongado descenso hasta Montán. En esa bifurcación es donde vemos al que va cuarto en la carrera. Los tres primeros son inalcanzables, pero él ha sufrido bastantes despistes y nos lo encontramos volviendo de un
camino equivocado. Continuamos juntos Juan, Fran y yo, bajando hacia Montán,
pero mi ritmo cada vez se resiente más. Sin embargo, el descenso nos permite
hablar y respirar a la vez, y comentamos cada uno nuestras experiencias de
carrera. Juan está en su cuarta edición y siempre con tiempos muy buenos, por
debajo de las 20h. Fran en cambio está empezando, esta es su segunda ultra
trail y quiere conseguir los puntos para la UTMB. Sin embargo, a ambos se les
ve en muy buena forma y me viene justo mantener su ritmo.
Llegamos a Montán y la familia de Juan sigue facilitándole
su apoyo como a lo largo de todo el recorrido hasta ahora. A partir de aquí
tenemos un largo ascenso, primero por asfalto y luego por pista de tierra hasta
el pico Santa Bárbara. Aquí se empieza a abrir una brecha importante entre ellos
y yo. Acuso siempre el problema de la pierna izquierda y los rozamientos del
pantalón empiezan a doler. Tampoco trato de recuperar espacio y prefiero
mantener mi ritmo. Después de la subida “infinita” alcanzamos la cumbre del
Santa Bárbara, ya juntos de nuevo, y encaramos la senda de bajada. Al principio
el terreno es más complicado pero luego se va suavizando y atravesamos el
bosque con mucha comodidad hasta la pista ya en las cercanías del pueblo donde
llegamos a las 17h55’.
Aquí tenemos preparadas las bolsas con el cambio de ropa de
invierno y el avituallamiento caliente. El pantalón corto me ha irritado con su
roce la cara interior de las piernas y es un alivio cambiármelo por las mallas
largas. También me cambio calcetines sustituyendo los largos por unos dobles.
El resto del equipo será una camiseta térmica de manga larga, un polar a la
cintura y el cortavientos y una sudadera de emergencia en la mochila. En los
bolsillos del polar llevo un buff y unos guantes. Tenía previsto incluir en la
mochila la manta térmica y una linterna adicional pero la mente está más
pendiente del consomé y del bocadillo y
se me olvida completamente.
A las 18h30’ nos ponemos en marcha y salimos de Pina con un
trote, en mi caso, lastimoso. Vuelve a abrirse brecha entre Juan, Fran y yo,
pero no hago ningún esfuerzo por corregirla. Es más, prefiero mantener mi ritmo
y seguir más relajado así que la distancia entre ellos y yo va aumentando hasta
que en el cruce de la carretera de Barracas les pierdo de vista.
A partir de ese momento ya no veré a nadie más, excepto en
los dos avituallamientos que quedan, hasta la meta en Javalambre. Por delante me
esperan más de 9 horas de recorrido en solitario pero por terreno conocido.
Abordo los llanos de Barracas con algunos trotes pero el desgaste
acumulado me impide llevar un ritmo sostenible y en el cruce con la Vía Verde
bajo al paso definitivamente. Las molestias por las rozaduras son cada vez más
dolorosas y los calcetines de la primera parte antes del cambio me han
provocado una ampolla en la planta del pie izquierdo.
La sensación de soledad en estos campos se acentúa con el
atardecer. Atravieso algunas casas en ruinas y al fondo aparece una aldea: Fuen
del Cepo. Antes de llegar cojo un desvío y dejo atrás definitivamente el último
contacto con una población.
Está anocheciendo cuando me aproximo al barranco de
Albentosa. Empiezo el descenso, ya en completa oscuridad entre la maleza del
barranco. Sin embargo es fácil seguir los carriles marcados por tantos
descensos previos al mío. El GPS comienza a hacerse imprescindible para acertar
el camino correcto entre este laberinto de sendas. Pronto alcanzo el rio y lo
cruzo sin más. Incluso me viene bien el frescor del agua en los pies. La
ascensión del barranco resulta algo tediosa por lo inesperada ya que no guardo
memoria de todos los tramos del recorrido. Los bastones empiezan a molestar más
de lo que ayudan ya que necesito una mano libre para sujetar el GPS y apenas
puedo sujetar los dos bastones con la otra mano. Pero no hay remedio, los tramos
fuera de pista son imposibles de seguir si no es con la ayuda del GPS.
Finalmente, después tres horas de etapa alcanzo el
avituallamiento de Manzanera. Después de una corta charla con Rafa Pobo y
reponer fuerzas apenas unos minutos continúo hacia la Muela de Sarrión. No hay
apenas viento y la temperatura es buena.
Pero el cansancio impide mantener el calor interno y el recorrido ahora
es siempre ascendente, hacia zonas más expuestas, por lo que me pongo el polar
para evitar enfriarme.
Después de un tramo de senda muy cómodo vuelvo a la pista ya
bastante cerca del desvío hacia la Muela. El GPS pierde la señal en alguna
ocasión y tarda mucho en recuperarla. Si esto se repite puede ser un problema
para seguir el recorrido porque no hay ninguna senda para subir a la Muela. Por
fin acierto con apagar y encender de nuevo y recupero la señal GPS. Por suerte
no he perdido la huella y pronto me dirijo campo a través para ascender la
Muela.
La subida no presenta
ninguna dificultad más allá, de nuevo, de sujetar los bastones con una mano y
el GPS con la otra. No por última vez, pienso que no debí cogerlos. Sin
despegarme de la huella ni unos metros sigo ascendiendo hasta que, por fin, un
reflejo me indica la posición del avituallamiento. Allí está Ramón Coronado con
un el café y un montón de tostadas con miel capaces de resucitar no solo a un
muerto, sino a mí mismo también. Charla de cinco minutos, ¿otra tostada?, ¡sí,
por favor!, pero hay que seguir, han sido menos de dos horas hasta aquí pero
aún quedan unos cuantos kilómetros. Me enfundo el cortavientos y me pongo los
guantes porque el metal de los bastones me enfría las manos. Son las 23h25’
cuando abandono el control situado en la parte más alta de la Muela de Sarrión,
y continúo por la pista que la recorre en suave descenso hacia el cruce de
Cuatro Caminos, pasando por los restos del nido de ametralladoras, de aspecto
siniestro en la oscuridad. Pequeñas trazas de niebla van apareciendo y
dificultando la visibilidad por lo que, incluso en este tramo tan cómodo se
hace necesario seguir el GPS.
Me resulta imposible mantener ningún trote por esta zona
pese a que es de un perfil muy suave y podría aprovecharse, pero las piernas no
están en condiciones y me conformo con mantener el paso.
Alcanzo el atajo que me llevará al cruce de Cuatro Caminos
y, de nuevo campo a través, lo alcanzo definitivamente y afronto la penúltima
etapa, la que me llevará al barranco de la Zarzuela, a los pies de Javalambre.
Es un terreno relativamente conocido por mí en otras
aproximaciones en bici. Sin embargo el viento empieza a soplar fuerte y con él
viene la lluvia, gotas dispersas al principio que apenas mojan arrastradas por
el viento, pero que acaban formando un intenso chaparrón. El camino sigue en ascenso, ya alrededor de
los 1.600m de altura, y las nubes acaban envolviéndome y dificultando la
visibilidad. De nuevo el GPS se demuestra imprescindible para poder seguir la
ruta sin desviarse.
Tal como viene se va la lluvia y me da un respiro. Ya he
asumido las constantes salidas del camino entre la niebla y su búsqueda con la
ayuda del GPS, y no me preocupa porque basta con seguir la huella y acaba
apareciendo de nuevo. De nuevo empieza a llover, cada vez con un viento más
fuerte que me obliga a coger con fuerza el GPS. Empiezo a pensar si aguantará
con el agua, si no se estropeará. Entonces recuerdo lo que he dejado olvidado
en el control de Pina: la linterna de emergencia y la manta térmica. Mejor no
pensar en ello.
Llueve en horizontal. Es incluso mejor, ya que basta con que
me gire para poder resguardar el GPS y verlo con claridad sin que reciba toda
la lluvia encima. Sin embargo el viento me hincha la capucha hasta el punto de
casi arrancármela. Y los bastones… ya no sé dónde ponerlos… con qué mano cogerlos… creo que no debí traerlos. Tengo que
sujetarme la capucha a la vez que agarro con fuerza el GPS y no dejar caer los
bastones.
Avanzo a trompicones por entre los matorrales, ya no sé si
dentro o fuera del camino porque la lluvia, la niebla y el viento me dificultan
enormemente la visión. Por fin, de nuevo un reflejo. Es el abrevadero de la
fuente de la Zarzuela. Y la última etapa ante mí.
Como era de esperar, el barranco me da un respiro. Dudo si
es el momento de cambiar las pilas del GPS pero creo que pueden aguantar hasta
arriba, así que encaro la ladera del Javalambre bis con las escasas fuerzas que
me quedan.
El GPS en la mano izquierda y los bastones en la derecha. De
vez en cuando me facilitan el apoyo, pero, no debería haberlos traído, y no
será la última vez que lo piense.
De nuevo la lluvia. De nuevo el viento que arrastra girones
de niebla. Y en estas condiciones el ascenso se vuelve más difícil. No hay
camino sino las trazas de las huellas dejadas por el ganado entre los
matorrales que van dando vueltas y revueltas entre las sabinas rastreras.
Casi al final del primer repecho, a mitad camino del
Javalambre bis, el GPS protesta: batería baja. Aprovecho un resguardo de la
lluvia y el viento y cambio las pilas. Ya en marcha de nuevo, noto, por la
fuerza del viento, que voy acercándome a la cumbre.
Así es, ya estoy en la cresta cimera donde la exposición al
viento es total, sin ninguna protección. La intensidad con la que sopla es tal
que debo agacharme para evitar que me tire. Además, tengo que sujetarme
constantemente la frontal en la cabeza para evitar que el viento me la arranque
al hinchar la capucha. El avance en estas condiciones resulta penoso porque los
bastones entorpecen más que nunca y debo utilizar ambas manos sujetando el GPS
y la frontal contra la fuerza del viento.
Paso por encima de la trinchera de la cumbre excavada en la
roca, único refugio en caso de emergencia. A unos pasos veo el vértice
geodésico, inmune al vendaval. Aprovecho el pequeño pedestal que lo sustenta
para, protegido tras él, tomarme un respiro, comprobar el track en el GPS y
determinar bien el recorrido a continuación.
De alguna manera intento bajar de la cumbre cuanto antes
pero el radio de visión es mínimo, apenas un metro delante de mí, lo justo para
ver dónde poner los pies. El track resulta más difícil de seguir también porque,
a causa del lento avance, se vuelve muy inestable. Pero no hay otra opción más
que intentar avanzar sin perder de vista el track y ganar terreno metro a
metro. Pienso en la frontal y en el GPS, y en mi dependencia de ellos para
poder seguir avanzando. Si ahora no es la lluvia la que amenaza con estropearlos,
lo que temo es que la fuerza del viento me los arranque y los pierda de vista. Un
fallo en cualquiera de los dos me dejaría expuesto a las duras condiciones de
esta zona sin poder avanzar, ya que no hay puntos de referencia visibles. Ni
siquiera la gran antena de comunicaciones de Javalambre se puede vislumbrar a
través de las nubes. Una vez más pienso en la manta térmica y en la linterna de
emergencia olvidados.
Un recorrido entrenado quince días atrás en media hora se
alarga al doble. En ocasiones creo que reconozco algún tramo pero la falta de
visibilidad hace imposible orientarse. El terreno sigue siendo bastante
complicado. Después de las fuertes pendientes alrededor del falso Javalambre,
ahora avanzo a través de los carriles dejados por el ganado, por un laberinto
de piedras revueltas y matorrales. Mi única ruta es la que marca el GPS, porque
sobre el terreno es imposible encontrar nada que se parezca a una senda. Por
fin, a apenas unos metros de distancia, una pared blanca. Es el corral a los
pies de Javalambre, pienso, ya queda poco.
En efecto, en unos minutos subo el último repecho y alcanzo la cumbre de
Javalambre. En completa oscuridad, imagino que los coches de control de carrera
estarán en algún lado no muy lejos. Así es, de nuevo un reflejo me marca la
situación de los coches y recorro los últimos metros de la ruta hasta el primer
coche donde doy mi número de dorsal y, sin más ceremonias, acabo la carrera.
Han sido casi 21 horas. Este año la meta está en el pico y
la bajada al refugio es opcional. Pero no me encuentro en condiciones de
hacerla. La irritación en la cara interior de los muslos por el roce del
pantalón me provoca dolores a cada paso. En el pie izquierdo tengo también una
ampolla, soportable pero molesta. Además, el viento no cesa y estoy más que
harto de sujetar la frontal, los bastones y el GPS. Conozco el descenso y en
buenas condiciones son unos 40 minutos. En la situación actual, con viento y
niebla fácilmente puede alargarse hasta más de una hora. Definitivamente, me
quedo dentro del coche de control puesto que el objetivo está cumplido. Al cabo
de una hora aproximadamente llegan los siguientes, dos portugueses, a quienes
están esperando con un coche en el pico. Tienen una plaza libre, así que
aprovecho para montar en su coche y bajar al refugio por fin, deseando meterme
en la ducha y descansar.
Una vez más hay que tomar nota de la experiencia para
próximas carreras. En general el equipo se ha comportado bien. Mochila,
bidones, zapatillas, ropa, han sido buenas elecciones. Excepto el pantalón
corto que, durante el primer tramo de carrera me ha provocado la irritación que
ha durado hasta el final.
Los bastones han demostrado ser una molestia en los tramos
nocturnos de la ruta por la necesidad de llevar constantemente el GPS en una
mano. La solución es, para poder hacer uso de los mismos, adaptar el GPS
mediante un soporte de bici a uno de ellos. Idea que Jose Ramón, ganador de la
prueba, puso en práctica con éxito y me aconsejó. Otra posibilidad que ya había
probado en anteriores carreras es la de llevarlo con una cinta en la muñeca, en
una pequeña cartera transparente que además lo protegería de la lluvia. En
cualquier caso, todo menos llevarlo constantemente en la mano.
El problema de la frontal hubiera quedado resuelto
poniéndola por debajo de la capucha, no por encima, para evitar que el viento
pudiera sacármela de la cabeza. Para más seguridad, el buff que llevaba en un
bolsillo podía habérmelo puesto también por encima, asegurando mucho mejor la
fijación de la frontal a la cabeza.
Finalmente, un fallo que, si bien no tuvo consecuencia
ninguna, no por ello deja de ser imperdonable porque la seguridad en las
carreras debe ser siempre la prioridad máxima, fue el olvido de la manta
térmica y la linterna de emergencia. No se trata de llevar recambio de
cualquier cosa, pero ambos elementos permiten afrontar con tranquilidad un
posible fallo del GPS o de la frontal. Ante una climatología siempre difícil en
el pico Javalambre, la manta térmica es imprescindible ante un problema que
impida el avance y obligue a esperar ayuda.
Resumen de tiempos:
Salida de Alfondeguilla a las 7:00
Collado de Íbola: parcial anterior 3h, llegada a las 10:00
Matet?
Montán?
Pina de Montalgrao: parcial anterior 7h55’, llegada a las
17:55, salida a las 18:30
Manzanera: parcial anterior 3h, llegada a las 21:30, salida
a las 21:33
Sarrión: parcial anterior 1h45’, llegada a las 23:18, salida
a la 23:26
Llegada a meta en Javalambre a las 3:55 de la madrugada,
parcial última etapa, 4h29’, tiempo total, 20h55’, en sexta posición de un
total de 30 participantes.
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