Septiembre 2012. El viernes por la tarde amenaza tormenta. En efecto, la
lluvia se convierte en diluvio y la tremenda tromba de agua provoca que las
calles se inunden. Temiendo lo peor, ya por la noche salgo de casa con el coche
para ver si hay algún problema en el trastero del otro piso. Doy la vuelta a la
manzana por detrás del parque y la lluvia y el viento no me dejan ver más que
apenas unos metros delante de mí. El agua alcanza un nivel considerable así que
avanzo con cuidado para evitar que se introduzca en el motor. También temo que
el viento arranque alguna de las ramas de los árboles que bordean la calle pero
finalmente y sin ningún incidente llego al garaje. Por suerte los desagües y
las bombas están funcionando perfectamente y no hay nada de agua en el
interior. Decido volver a casa inmediatamente y salgo de nuevo bajo el diluvio.
La avenida está llena de agua y algunos coches circulan sobre la acera. Decido
evitarla y regreso por la calle de atrás con cuidado y con las luces de avería
encendidas por ser contra dirección. Pero no hay alternativa, las demás calles
están inundadas. Por fin llego a una zona más alta donde el agua ya no se
acumula y puedo circular con normalidad. Me meto de nuevo en el garaje, también
seco y vuelvo a casa. Por la ventana veo los coches intentando transitar a
duras penas por la piscina en que se ha convertido la avenida.
La tormenta pasa, el agua y el susto también y finalmente no
queda más que una ligera llovizna. Parece mentira pero lo que más me preocupaba
en estos momentos es que se anulara la carrera. Afortunadamente no fue así y al
margen de las inundaciones y otros desastres naturales pudimos dar rienda
suelta a nuestro deporte.
Salgo de casa temprano, sobre las 5.30 de la madrugada y
llego en menos de una hora a Alfondeguilla. Aparco arriba, al lado del refugio
y empiezo a ver a los más madrugadores. Saludo a Tomás ya Raquel. También aparece
pronto Manuel y charlamos un rato. Con una ligera llovizna que de forma intermitente nos va despertando,
nos hacen la foto de grupo y salimos.
Son las 7 de la mañana y debido al tiempo nublado está
todavía oscuro. La senda en ascenso es fácil de seguir con las frontales, pero
a pesar de ello, los nervios de la salida me hacen perder la concentración y me
desvío unos metros del recorrido. Sin
mayor problema que deshacer lo andado regreso a la senda y continúo el ascenso.
La llovizna sigue cayendo pero salvo lo resbaladizo del terreno no afecta prácticamente. Estamos en la parte más abrupta del recorrido, la Sierra de Espadán, donde en caso de buen tiempo hubiéramos alcanzado temperaturas cercanas a los 30ºC. Por suerte, el ambiente más bien frio que tenemos permite que vayamos superando estos desniveles con menor desgaste.
Llegando al final del barranco de Horcajo, justo por debajo del Castell de Castro, alcanzo a un compañero que viene desde Málaga con la familia. Lleva más de diez horas de coche con cortes de carreteras por la lluvia a la altura de Murcia. Solo estar aquí y ahora ya es una hazaña. Charlamos un rato pero al rato voy sacando ventaja poco a poco y sigo a mi ritmo. Continúo por el camino que cruza por debajo de la Nevera de Castro y después de recorrer unos cuantos kilómetros por las montañas que separan Eslida de Chovar, alcanzo el primer control en el collado de Ibola.
Justo después de este primer control se encara la ascensión
al pico Espadán. Mantengo un ritmo bastante tranquilo y aunque voy viendo
delante de mí un pequeño grupo de corredores no trato de alcanzarles. Sin
embargo, ya cerca de la cumbre me encuentro con ellos y comenzando el descenso
hacía la Nevera les adelanto. La senda está bastante embarrada pero la conozco
bien y sin ningún resbalón llego al collado de la Nevera donde nos espera una
furgoneta con agua. Realmente no es necesaria porque sigue el ambiente fresco
con lloviznas esporádicas, pero solo el hecho de verla tranquiliza bastante.
En este punto comienza la subida al pico Rápita, larga y
sostenida. Solo tiene algunos descansos cuyo desnivel perjudica más de lo que
ayuda puesto que hacen perder la altura ganada. En este tramo empiezo a
acercarme a Jarrod, con quien compartiré el resto de carrera y algo de
chapurreo en inglés.
Llegamos a la cumbre del Rápita y sin ninguna ceremonia
encaramos la bajada. Aquí la senda se interna por el bosque y en ciertos
momentos resulta difícil adivinar su recorrido. Pero finalmente alcanzamos el
desvío hacía el camino de Matet, que tendremos que recorrer ya sobre asfalto
durante unos tres kilómetros. Poco a poco nos vamos acercando a otro corredor
hasta que llegamos a su altura y compartimos el resto del recorrido hasta el
control, ya en las proximidades de Matet. Vemos al personal del control bastante abrigado
y, después del bocadillo y de descansar un poco, nos damos cuenta de que ciertamente
hace bastante frio. Apenas han sido 5 minutos pero no conviene parar más. La
llovizna sigue y hay que salir cuanto antes para no entumecer los músculos.
La siguiente etapa es muy larga, hasta el puerto de
Arenillas en la carretera de Caudiel a Montan. Previamente se pasa por las
poblaciones de Pavías, donde podemos reponer un agua deliciosa en la fuente del
lavadero, e Higueras que pasamos rápidamente sin apenas tocar el casco urbano
ni ver a ningún parroquiano. Alcanzamos el Alto de las Palomas para bajar
rápidamente al puerto de Arenillas donde nos espera en unos cientos de metros
el avituallamiento, al lado de la fuente de Caudiel o “Fuente Cuenca”.
Salimos del avituallamiento y siguiendo una senda paralela a
la carretera pero bastante intricada de transitar vamos avanzando hacia el Mas
de Noguera. Seguimos camino ascendiendo hacia los aerogeneradores, pasamos por
la fuente del Camino del Pinar en un escondido rincón, cruzamos las “rocas de
cristal” y llegamos al barranco de “La Pantorrilla”, curioso por la visible
erosión sufrida a causa del agua, ya próximos al collado donde comienza el
descenso a Pina de Montalgrao.
En Pina tomamos una cena rápida y nos equipamos con ropa de
abrigo para las próximas etapas. Hay que afrontar la altura y la noche y a
partir de la muela de Sarrión la sensación térmica puede descender mucho.
Salimos de Pina al cabo de unos 20 minutos para llegar a la
rambla del Barruezo, cruzar la Autovía Mudejar y entrar en Aragón por la marca
de la Piedra. Avanzamos por caminos en una zona llana de cultivos en las
proximidades a la aldea de Fuen del Cepo y ya entrada la noche llegamos al
barranco de Albentosa. Nos descalzamos para el cruce del rio y seguimos camino
hacia el próximo control, en las proximidades de Manzanera.
De las siguientes etapas ya no guardo recuerdo más que del
rítmico caminar por sendas sin fin en la oscuridad, solo guiados por el foco de
luz de nuestras frontales y con la compañía del muñequito del GPS. Superamos la
Muela de Sarrión y el control de avituallamiento y ya solo nos queda la última
dificultad: la subida al pico Javalambre. Para ello tendremos que atravesar la
Muela continuando el camino hacia el barranco de la Zarzuela. Son pistas sin
fin en la oscuridad en las que todo alrededor e incluso el tiempo parecen
detenidos, y sin embargo el viento frio pronto nos advierte de las proximidades
de las laderas del pico. Encaramos el barranco de la Chaparrosa hacia la cumbre
con bastante dificultad debido a la inexistencia de senda ni nada que se le
parezca. Al final del barranco ya solo queda ascender esquivando los
intrincados matorrales de sabina que nos cierran el camino por todas partes.
Por fin hacemos cumbre y sin apenas detenernos en el control
iniciamos la bajada hacia el refugio Rabadá y Navarro, fin del trayecto. El
descenso discurre un tramo por las pistas de esquí y después continúa por la
senda GR próxima a ellas. Sin embargo, esta senda se pierde poco a poco entre
la vegetación de la ladera y acabamos por salirnos completamente de la ruta. No
hay forma, estamos a tan solo unos metros de la senda pero somos incapaces de
recuperarla. Subimos la ladera, la bajamos, nos enredamos por la maleza pero no
podemos dar con la ruta. Por fin, es Jarrod quien da con la senda. Ya
tranquilos continuamos camino. Estos despistes apenas a unos kilómetros del
final son fastidiosos. Pero no será el último. De repente la senda desemboca en
una amplia extensión negra y completamente lisa. No tenemos ni idea de lo que
es, no hay marcas, la niebla nos impide ver más allá de unos metros pero,
además, lo único que se ve es que no hay nada. Nos sentimos completamente
perdidos. Aferrándonos al muñequito del GPS vamos avanzando con cuidado puesto
que casi no vemos ni donde apoyamos los pies. Por fin me doy cuenta, ¡es el
aparcamiento de la estación de esquí! El asfalto del aparcamiento es muy oscuro
y sin marcas con lo cual nos parece estar avanzando sobre un negro vacío, con
temor de dar realmente un mal paso y caer por cualquier terraplén. Avanzamos
con cuidado sin saber muy bien dónde estamos ni adónde nos dirigimos. Si en ese
momento nos estuvieran viendo a plena luz del día no dejaría de ser chocante
ver a dos caminantes andando con tanto tiento por una extensión completamente
llana y sin obstáculos. Finalmente llegamos al borde del aparcamiento donde una
valla metálica nos detiene. Después de probar por varios sitios suponemos que
hay que continuar unos metros por la carretera de acceso al aparcamiento hasta
dar con otra senda ya hacía el refugio. Por fin podemos continuar ya con el
camino más definido y sin más dudas llegamos al refugio.
En el refugio todo el mundo está durmiendo… Bueno no, por fin alguien nos recibe y damos
por finalizada la carrera, poco antes de las 5.30h de la madrugada, después de tantas
horas de atravesar sendas, caminos, barrancos y montañas, con lluvia, viento,
niebla y frio. Aún sin sentirme muy satisfecho con el desarrollo de la carrera,
hemos conseguido un resultado digno. Jarrod y yo hemos llegado con 22:25h en
los puestos 7 y 8 de un total de 19. El tiempo del vencedor, 16:25h.
Ducha reparadora, litera y saco de dormir. A las pocas horas
ya estoy despierto de nuevo. Un buen desayuno y un paseo por la zona. Subo por
la carretera del refugio hacia las pistas de esquí para intentar comprender los
despistes de la llegada. En efecto, el aparcamiento es muy amplio y sin
referencias, y el asfalto negro. No es de extrañar que en medio de la noche y
con niebla tuviéramos esa sensación de absoluta pérdida de orientación al no
ver prácticamente ni el suelo que pisábamos.
Hace frio. Las nubes se cierran sobre la estación de esquí y
volutas de niebla me van envolviendo. Estoy todavía flojo por la carrera del
día anterior así que me encamino de nuevo hacia el refugio para tomar un
almuerzo y una cerveza con los compañeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario