El 10 de enero de 2010 a las 10 de la mañana fue la primera carrera del año: el 10K. Después de esta ensalada de dieces, yo no conseguí el mio: bajar de 40’. Sin embargo estuve muy cerca: 40’40”, mejor marca personal en 10.000.
Mañana fría pero con sol. Para calentar vamos trotando por el rio hacía la Alameda, donde se da la salida. Algo de hielo en los charcos y bastantes corredores dirigiéndose hacía el mismo sitio. El termómetro de la primera fuente de la Alameda marca 0ºC. Perfecto, ni frio ni calor, un dia ideal para correr.
Todos nos hacemos los perezosos cuando se trata de quitarse el chandal y entregar la mochila al servicio de guardarropa, pero hay que hacerlo y sin pensarlo más me quedo en pantalón corto y camiseta de manga corta y buscando desesperadamente rinconcitos soleados donde refugiarme. A base de saltos y trotes intentamos mantener el poquito calor que nos queda pero no hay problema: esto ya está aquí, pasamos a los cajones, cada uno al suyo, que solo quedan quince minutos.
Estoy en el cajón intermedio, el que marca los tiempos entre 40 y 45 minutos. La intención es bajar de 40’, pero no quiero salir en el anterior cajón porque no tengo mucha confianza.
Cuenta atrás, y ¡salida! Empezamos los primeros trotes entre la aglomeración, ¡ay, como echo de menos las carreras solitarias! Siento una presión en los riñones, ¿será posible?, y sin pensarlo, de un manotazo aparto los nudillos que me están clavando en los riñones por la espalda. No solo hay que soportar los codazos sino que, además, algún gracioso cree que está en el derecho de clavar los nudillos en los riñones del prójimo. Dada mi reacción, estoy seguro de que tardará en volver a hacerlo. En fin, volviendo a la carrera empiezo a cabriolear entre corredores adelantándoles ¡de donde habrá salido toda esta gente! para intentar coger ritmo adecuado. A los quinientos metros la cosa se pone mejor, por lo menos ya hay espacio para manejar bien el ritmo, así que me pongo manos a la obra e intento recuperar los 4min/km.
No sé si será por el frio o por la resaca de las últimas fiestas navideñas, pero no hay forma de que logre avanzar con soltura y en los dos primeros kilómetros ya acumulo un retraso de 13”. En parte se debe al atasco de la salida, pero no tengo muy buenas sensaciones en las piernas, las siento un poco pesadas y entumecidas. En fin, sigo haciendo marcha como puedo, me trago varios sapos en forma de corredor que me adelanta casi flotando en el aire mientras yo tengo la sensación de correr con lastre en los pies.
La vuelta por Blasco Ibañez y los Viveros es fria, aquí el sol no ha entrado todavía. Encaramos de nuevo la Alameda donde noto que no voy a más, pero aún conservo la esperanza en el resto de kilometros que faltan. Descendemos la Alameda hacía el puente nuevo del Oceanográfic (no sé como se llama, el Puente del Arpa, supongo). En la rampa del puente mantengo como puedo el ritmo con la intención de hacer el cambio al subir por la marginal derecha del rio hasta el Puente de las Flores. Lo intento, lo intento, pero el crono manda y los segundos pasan inexorablemente. Total, el retraso se va acumulando. Veo pasar por cada km el retraso de 20”, 24”, 30”, ¡atención!, 34” y la cosa va a más. Así llego al km 9 con 36” de retraso sobre el objetivo, doy la vuelta a la rotonda de la Avda. Aragón y encaro la recta de meta agotando los últimos recursos, pero con tranquilidad, ya sabiendo que no bajaré de 40’.
Finalmente, 40’40”, cifra redonda, pero que espero que dure poco en mi curriculum. Me voy con el firme propósito de portarme mejor, hacer más series y menos ultras. Por cierto, el sábado próximo tenemos el GR 10-Xtrem… incorregible.
Mañana fría pero con sol. Para calentar vamos trotando por el rio hacía la Alameda, donde se da la salida. Algo de hielo en los charcos y bastantes corredores dirigiéndose hacía el mismo sitio. El termómetro de la primera fuente de la Alameda marca 0ºC. Perfecto, ni frio ni calor, un dia ideal para correr.
Todos nos hacemos los perezosos cuando se trata de quitarse el chandal y entregar la mochila al servicio de guardarropa, pero hay que hacerlo y sin pensarlo más me quedo en pantalón corto y camiseta de manga corta y buscando desesperadamente rinconcitos soleados donde refugiarme. A base de saltos y trotes intentamos mantener el poquito calor que nos queda pero no hay problema: esto ya está aquí, pasamos a los cajones, cada uno al suyo, que solo quedan quince minutos.
Estoy en el cajón intermedio, el que marca los tiempos entre 40 y 45 minutos. La intención es bajar de 40’, pero no quiero salir en el anterior cajón porque no tengo mucha confianza.
Cuenta atrás, y ¡salida! Empezamos los primeros trotes entre la aglomeración, ¡ay, como echo de menos las carreras solitarias! Siento una presión en los riñones, ¿será posible?, y sin pensarlo, de un manotazo aparto los nudillos que me están clavando en los riñones por la espalda. No solo hay que soportar los codazos sino que, además, algún gracioso cree que está en el derecho de clavar los nudillos en los riñones del prójimo. Dada mi reacción, estoy seguro de que tardará en volver a hacerlo. En fin, volviendo a la carrera empiezo a cabriolear entre corredores adelantándoles ¡de donde habrá salido toda esta gente! para intentar coger ritmo adecuado. A los quinientos metros la cosa se pone mejor, por lo menos ya hay espacio para manejar bien el ritmo, así que me pongo manos a la obra e intento recuperar los 4min/km.
No sé si será por el frio o por la resaca de las últimas fiestas navideñas, pero no hay forma de que logre avanzar con soltura y en los dos primeros kilómetros ya acumulo un retraso de 13”. En parte se debe al atasco de la salida, pero no tengo muy buenas sensaciones en las piernas, las siento un poco pesadas y entumecidas. En fin, sigo haciendo marcha como puedo, me trago varios sapos en forma de corredor que me adelanta casi flotando en el aire mientras yo tengo la sensación de correr con lastre en los pies.
La vuelta por Blasco Ibañez y los Viveros es fria, aquí el sol no ha entrado todavía. Encaramos de nuevo la Alameda donde noto que no voy a más, pero aún conservo la esperanza en el resto de kilometros que faltan. Descendemos la Alameda hacía el puente nuevo del Oceanográfic (no sé como se llama, el Puente del Arpa, supongo). En la rampa del puente mantengo como puedo el ritmo con la intención de hacer el cambio al subir por la marginal derecha del rio hasta el Puente de las Flores. Lo intento, lo intento, pero el crono manda y los segundos pasan inexorablemente. Total, el retraso se va acumulando. Veo pasar por cada km el retraso de 20”, 24”, 30”, ¡atención!, 34” y la cosa va a más. Así llego al km 9 con 36” de retraso sobre el objetivo, doy la vuelta a la rotonda de la Avda. Aragón y encaro la recta de meta agotando los últimos recursos, pero con tranquilidad, ya sabiendo que no bajaré de 40’.
Finalmente, 40’40”, cifra redonda, pero que espero que dure poco en mi curriculum. Me voy con el firme propósito de portarme mejor, hacer más series y menos ultras. Por cierto, el sábado próximo tenemos el GR 10-Xtrem… incorregible.
2 comentarios:
Aúpa Dani. Diría por los síntomas que no has calentado suficente. Calentar la musculatura y adecuar el ritmo cardíaco. El frío siempre es mal amigo. Y al menos no has tenido que meterte en el barro, jeje.... Ya me entiendes!
Buena marca a pesar de todo, y más después de las Fiestas...
Un abrazo
Javi
¡¡Tooooooda la razón, Javi!!
Prometo hacer los deberes y calentar en la próxima, y series, y ejercicios de acondicionamiento, y...
Cierto que cuando baja la temperatura se vuelve uno más espeso.
Un abrazo! Y vete calentando para lo tuyo!
Dani.
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