sábado, 9 de mayo de 2009

MARATÓ I MITJA CASTELLÓ PENYAGOLOSA 2009: 1ª PARTE

Cuando, levantando una buena polvareda, entramos en meta los cinco que íbamos en tropel, celebrando nuestra nueva marca de 7h28’, sentí que había terminado con una especie de mala racha, más imaginada que real, que me estaba acompañando los últimos meses.

En 2006, mi primera participación, conseguí 9h9’. En 2007 caí a 9h44’ y en 2008 mejoré hasta 8h48’. ¿Estaba en nueve horas la marca con la que debía conformarme, algunos años por encima, otros un poco por debajo, pero siempre alrededor de este tiempo? Cada año tenía su justificación, el primero estaba empezando, en el segundo el calor destrozó todas las marcas, en el tercero se juntaron el barro y la fiebre… Pero en el fondo sabía que no hay justificación, que en las carreras hay que contar con todo y no esperar a que todo juegue a nuestro favor. Temía que las nueve horas fuera el límite en el que me iba a mover siempre en la Marató i Mitja.

Las últimas carreras tampoco habían contribuido a tranquilizarme. Si bien en asfalto no estaba mal, con un discreto pero aceptable 42’09” en 10.000, 1h28’ en media y 3h18’ en maratón, en montaña no estaba tan claro. Espadán y Borriol se saldaron con resultados muy mediocres, 6h24’ y 6h14’ respectivamente. Además cargaba el lastre de unas contracturas mal curadas en la pierna izquierda desde Espadán en 2007, agravadas en la maratón de Valencia de 2008.

De esta forma solo me quedaba concentrarme en los entrenamientos en el río, con suavidad, se trataba de mantener un fondo de resistencia muy elevado evitando cualquier riesgo de recaída en alguna lesión, aprovechar Borriol como entrenamiento de montaña evitando un desgaste excesivo y hacer un par de entrenamientos específicos de cuestas en distancias medio-largas, entre 15 y 18km en Castejón. Todo esto después de haber pasado por cuatro sesiones de masajes ¡qué dolor!, y practicar estiramientos de forma asidua dos o tres veces al día. También me preocupaba el peso y los catarros, y aunque nadie es inmune a una cervecita, o una buena comilona, y menos aún a coger un resfriado, con algo de cuidado pude superar el mes crítico (y fatídico en 2008) de enero y encarar el final del invierno con bastante tranquilidad.

Acaba abril y entramos en mayo con cambios de temperatura muy bruscos, fuerte calor al sol pero aire muy fresco. Alto riesgo de coger catarros y el recuerdo del año pasado con los 39º de fiebre el día antes de la carrera acechando. Hago malabarismos para llegar en condiciones a la carrera ¡y lo consigo! Bueno, las primeras batallas se están ganando, la evolución desde primeros de año ha sido positiva, no he sufrido ningún retroceso aunque tampoco me siento con mucha mejor forma que el año pasado.

Llego con bastante frialdad a los días previos a la carrera. Esta vez me tomo en serio el descanso previo. Tan solo 20km en total, en dos sesiones bastante tranquilas, martes muy progresiva, acelerando bastante en la segunda mitad y el jueves para mantener el tono hasta el sábado. El último día recojo el dorsal y me vuelvo a casa. Este año no hay expedición al hotel, ni cena con compañeros de carrera. Equipo preparado del día anterior, solo me quedan los últimos detalles para no gastar tiempo en el madrugón del sábado. Estreno camiseta: MiM 09, aunque es negra la previsión del tiempo da bastante nublado así que no me preocupa. Un buen pantalón con cuatro bolsillos, dos de cremallera y dos de redecilla. Gorra, calcetines, me preocupa el desgaste, tenía que haber comprado nuevos, zapatillas Vasque, creo que ya están encarando sus últimas etapas de vida, reloj cronómetro, cinturón con bidoncito y ya está. Ni GPS, ni pulsómetro.

Preparo agua de limón para llevar en el bidoncito, con azúcar y una pizca de sal y lo dejo en la nevera. Lleno el bolsillo del cinturón con almendras saladas y descarto los higos secos que compré, creo que habrá mucho dulce en los avituallamientos. Por fin, después de poner el dorsal en la camiseta, el chip en la zapatilla y dejar todo el equipo de carrera preparado, me acuesto cerca de las 12 de la noche. No me cuesta mucho dormirme y unos minutos antes de las 4 de la madrugada me despierto, a tiempo de apagar el despertador antes de que suene. Desayuno café con galletas (como todos los días), y me voy vistiendo con tranquilidad.

A las 4h30 estoy listo para salir, cojo el coche y me dirijo hacia Castellón. Sobre las 5h20 estoy ya aparcando en las cercanías del estadio. A mi alrededor llegan otros coches también con corredores. De las calles cercanas van surgiendo grupitos, todos con preparados, mochilas, bastones, mallas, risas nerviosas, ¡ya estamos aquí! El estadio ya es un hervidero. Busco caras conocidas pero hay demasiada gente. Abro la bolsa y me voy colocando el cinturón con el bidoncito, me ajusto las zapatillas, reviso los bolsillos y cierro la bolsa de equipaje para entregarla. Este año vuelvo a estar solo. A Carlos esperaba verle por aquí, pero es difícil encontrarle. Para no dar más vueltas paso el control y me meto en el recinto de la salida. Allí empiezo a hacer trotes cortos y estiramientos. Quiero estar a punto para la salida ya que tendré que ir rápido para evitar el tapón del inicio de la senda.

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