domingo, 29 de marzo de 2009

MARATÓ DE BORRIOL 2009



29-3-2009
42,6 km
4950 m desnivel acumulado
Tiempo: 6h14’

La primera carrera montañera de 2009; dura, dura, dura.

Con un perfil de pesadilla, el recorrido discurre por pistas y sendas entre bosques, crestas, lomas altas y barrancos preciosos. Panorámicas extensas sobre la costa y los valles que descienden hacia La Plana, cielo amplio, nubes amenazadoras y viento del norte. Terreno muy rocoso, con tramos muy atléticos y técnicos, que obligan a combinar fuerza y destreza. En algún caso más difíciles, como la bajada del Morico, donde se hace necesario el uso de cuerdas fijas, pero nunca peligrosos.

Entre Borriol y La Pobla de Tornesa discurre un valle en dirección Norte-Sur, paralelo a la costa, justo frente a la zona Castellón-Benicassim. La maratón hace un recorrido en forma de óvalo, tomando la vertiente Oeste del valle para ascender en dirección Norte, manteniéndose sobre las lomas de dicha vertiente, hasta alcanzar el eje del valle en La Pobla de Tornesa. En ese punto se cruza a la vertiente opuesta para descender en dirección Sur hacia Borriol. Las únicas calles que atraviesa son las de la salida y llegada en Borriol, apenas unos centenares de metros. Por el fondo del valle discurre la autovía C10 que atravesamos por sendos túneles dos veces, en el extremo Norte, en el control de La Pobla, y en el Sur, ya en Borriol. Todo el resto del camino se desarrolla sobre pistas y sendas, y a veces sobre bloques rocosos en las zonas más altas.

La salida es a las 8 a.m. en la plaça de la Font, pero cuando llegamos Ramón y yo a las 7 a.m., todavía es de noche, está lloviznando y la sensación de frío es desalentadora. No hay apenas nadie así que nos vamos a calentar un poco con unos trotes. Al poco vemos como empieza animarse la plaza, y nos disponemos enseguida a sacar el dorsal. Nos acercamos y vemos caras conocidas: Fernando, Isidro y Manolo, compañeros de la Alfondeguilla-Javalambre. Seguro que hay muchos más del foro que no conozco todavía.

Pasamos al control de salida, ¿es la hora? Sí, la carrera comienza subiendo por las callejuelas de Borriol en dirección a las afueras del pueblo. No me preocupa ir quedándome atrás ya que no he planificado la carrera. Tan solo tengo una vaga idea del tiempo esperado: unas seis horas, pero que no quiero tomar como objetivo. El planteamiento es hacer una carrera para disfrutar, probar mi estado de forma, practicar técnicas de carrera, coger fondo, y adquirir potencia para las subidas.

A unos centenares de metros llegamos afuera del pueblo, a los pies de la ladera del castillo, por donde sube una senda imposible. Veo un cordón de corredores haciendo zig-zag hasta perderlos de vista arriba, en la montaña. Estamos parados, esperando a que se deshaga el tapón formado al comienzo de la senda. Una vez en la senda seguimos avanzando a paso de tortuga. Es imposible llevar un ritmo adecuado, cada dos pasos hay que parar y la subida se hace eterna. La fila de corredores se mueve demasiado lentamente y no hay posibilidad de adelantar. El terreno es muy escarpado, a veces hay que utilizar las manos, y la senda muy estrecha, solo permite el paso de uno en uno. Me giro unos instantes, veo a los escobas recogiendo las cintas de marcaje. Realmente me he quedado muy atrás. En ese momento no me preocupa ya que me limito a disfrutar del comienzo de la maratón, pero ahora me doy cuenta de que perdí alrededor de quince minutos debido al lento ascenso y constantes paradas en esta primera cuesta del castillo.

Superado este tramo el perfil se vuelve más suave pero la fila de corredores sigue tapando la senda y me impide mejorar el ritmo. Aunque no pensaba tomarme la carrera de forma competitiva, el avance así se vuelve tedioso y aprovecho estas zonas para adelantar posiciones. La senda sigue siendo tan estrecha que me veo obligado a salirme y pisar entre piedras sueltas y matorrales para poder hacerlo. Por fin paso delante del grupo de andarines y ya me encuentro entre los corredores con ritmos más ágiles. A partir de aquí toda la carrera se desarrollará bajo las mismas premisas: fuerza en las subidas, dosificación y recuperación en los llanos, y prudencia en las bajadas.

No vuelvo a encontrarme con el problema del tapón, más bien al contrario, ya que debo apretar el paso para no ser yo el que frene el ritmo de los demás. Se nota la falta de entrenamiento de montaña. Todos los kilómetros de llano me facilitan el rodaje, pero a la hora de subir ando muy justo de fuerzas. El terreno en las cuestas se presenta tanto en pistas como en sendas, en zonas más o menos arboladas, pero también hay tramos rocosos, en ocasiones danzando sobre bloques laberínticos, como la subida al Morico, y en otros casos con rampas interminables de caliza, como la subida a Raca. Cuando vi al de las garrafas de agua en la cumbre de Raca casi lo abrazo. Después de llegar arrastrándome, vacié media garrafa y pude encarar con ánimo el siguiente tramo.

Acometo las bajadas con bastante tranquilidad, cuidando sobre todo de los tobillos. Aun así, me llevo más de un susto por algún traspié, y en una ocasión acabo abrazando en posición horizontal a unos matorrales, afortunadamente sin púas ni piedras escondidas, y, por suerte, con mi dignidad a salvo ya que no hay nadie alrededor. Hay bajadas corredoras, sobre pistas terrosas, agradables de trotar. También se baja por sendas culebreando por dentro de bosquecillos, un disfrute de sensaciones. Pero otros tramos no son tan agradables. Dos o tres bajadas técnicas, muy delicadas, con el suelo algo mojado, y mucha pendiente. También hay tramos muy pedregosos, de roca suelta con aristas afiladas, donde hay que esforzarse por marcar cada zancada con precisión para evitar malas pisadas. Y el máximo exponente se alcanza en el descenso del Morico, donde, debido a la dificultad de los pasos, la organización ha previsto la instalación de cuerdas fijas. Es un tramo de unos cincuenta metros donde al principio coges la cuerda con un poco de aprensión, pero al poco acabas amarrándote hasta con los dientes. Pies en plancha, manos a la cuerda y salto a salto se van superando los bloques de granito.

Imposible perderse: nunca he visto una carrera tan bien marcada como esta. La organización mima al corredor. En el Morico, al Kiyo solo le falta hacernos la sillita de la reina. En los avituallamientos trato más que agradable. Surtido completo, agua, isotónicas, plátanos, naranjas, dátiles, lacitos… seguro que me dejo algo, pero once controles en seis horas dan para hacer una jornada gastronómica.

La carrera ha sido un disfrute. Por el recorrido, la organización y las sensaciones. Sin plantearme un reto definido, a partir de la subida a la Pedra la he hecho con bastante intensidad, a un ritmo alto pero sin forzar al límite. Si que he apretado a fondo en las subidas pero he dejado margen en las bajadas y en los tramos de rodaje. He echado en falta encontrar un grupo de ritmo similar, y la he corrido prácticamente solo, excepto algunos tramos.

Los últimos dos kilómetros son el único contrapunto, quizá por lo mucho que contrastan con el resto. Después de disfrutar el recorrido por bosques y montañas, la llegada a meta da la sensación de que se haga por la puerta trasera de Borriol. Así y todo, unos chavales nos animan en los últimos metros, que como buena maratón montañera, son también en subida. Un par de zancadas más y entramos en el polideportivo donde con la media vuelta de rigor, atravesamos el arco de meta levantando los brazos. Allí ya han llegado Isidro, con pájara y todo se ha marcado un 5h 24’, y Fernando, con 5h 45’. También me encuentro, y conozco en persona por fin, a Miguel, que ha pesar del percance con el tobillo de Irene ha conseguido entrar en 6h 2’. Pero quien me sorprende de verdad es Ramón, que le veo esperándome tan fresco. En el control de Raca ha decidido abandonar, sufriendo las consecuencias de la falta de entrenamiento.

Acertado: no llevar bidón de agua, ritmos seguros en las bajadas y rodajes mantenidos.
A mejorar: salir rápido para evitar el tapón de salida y la cola de la subida al castillo, y entrenar potencia para las subidas. Demasiada ropa: sobraba el forro polar y lo tuve que dejar en el segundo control. El chubasquero se me enganchaba con los matorrales al llevarlo colgado del cuello y finalmente tuve que enrollármelo a la cintura.

Muy buena experiencia y ¡marcada en el calendario para repetir!